Una de los hallazgos que echan un poco de luz al misterio de los orígenes del signo de interrogación proviene del Dr. Chip Coakley, de la Universidad de Cambridge. Él asegura haber identificado la versión más antigua del signo. Coakley, estudiando los documentos de la Biblioteca Británica adquiridos en Egipto en el año 1840, halló los vestigios del singular signo en manuscritos escritos en siríaco del siglo V, que ostentaba una forma muy similar a los dos puntos que conocemos.
El origen del signo de interrogación
Coakley asegura que el signo, llamado ‘zagwa elaya’, podría haber sido un recurso para recordar -a quien leyera la Biblia en voz alta- una entonación de interrogación. Este descubrimiento, podría convertirse en el ejemplo más antiguo del concepto de signo de interrogación.
Otra posibilidad muy extendida proviene de la edad media, donde los eruditos solían escribir la palabra latina ‘quaestio’ que significa ‘pregunta’, al final de una oración para denotar una pregunta. Esta palabra iría simplificándose poco a poco hasta convertirse en ‘qo’; para después ser movida la letra ‘q’ arriba de la ‘o’, un rasgo anterior al signo de interrogación conocido por todos. Lamentablemente, tampoco hay datos que confirmen fehacientemente esta hipótesis.
La historia que más aceptan los historiadores surge de Alcuin de York, un intelectual inglés nacido en 735, que fue invitado a formar parte de la corte de Carlomagno en 781. Así, Alcuin alcanzó ser uno de los principales asesores de Carlomagno, por lo que tuvo la necesidad de escribir muchos libros, entre algunos ensayos de gramática. En esta época, la puntuación se limitaba a un sistema de puntos en diferentes niveles. Alcuin al percatarse de las limitaciones del sistema, creó el ‘punctus interrogativus’ o «punto de interrogación”, que consistía en un punto con un símbolo que se asemejaba a un tilde o «relámpago» encima de él, representando el tono ascendente de la voz usado al hacer una pregunta.
El origen del signo de interrogación